Centrarnos en la búsqueda de la eficiencia productiva no es un asunto baladí para el agricultor. El mundo ha alcanzado ya los 8.000 millones de habitantes. Mantener los cultivos necesarios para alimentar a este enorme nivel de población es uno de los más grandes retos que tiene la humanidad. Vaclav Smil, en su documentada obra Alimentar al mundo. Un reto del siglo XXI analiza con detalle las características de este reto comenzando por la preocupación que debe ocasionarnos no saber si la triada básica, tierra, nutrientes y agua será suficiente para alimentar a un volumen de población que no tardará en alcanzar los 10.000 millones de seres humanos sobre la tierra.
No es una broma. Recientemente estamos viendo como las disfunciones creadas por la sequía, las guerras o las pandemias tensionan de manera rotunda la cadena de producción alimenticia. El viejo fantasma del hambre amenaza con cernirse sobre las regiones del mundo más débiles dentro de esa cadena.
Pero el autor mencionado no es totalmente pesimista a la hora de que la humanidad pueda dar solución a tamaño reto. Y no lo es porque los seres humanos hemos demostrado a lo largo de nuestra historia que somos capaces de mejorar la eficiencia en todos los procesos básicos de nuestra vida. Y el cultivo agrario, como nuestro proceso más fundamental y necesario, no puede escapar de esta regla.
Por ello, en Mochana Green tenemos la búsqueda de la eficiencia productiva como uno de nuestros principios fundamentales. Se trata de lograr con el menor consumo de recursos, el máximo posible de producción. Tierra, agua y nutrientes deben ser dosificados como los bienes escasos que son.
Ya hemos hablado en otro artículo de este blog sobre nuestra apuesta por sistemas que recirculen el agua para que su consumo sea mínimo, ya que este es uno de los elementos más débiles en la cadena de producción mencionada. Lo normal es que con el cultivo tradicional y con sistemas de regadío cada vez más difundidos, los acuíferos tiendan a sobreexplotarse. Y no podemos permitirnos que la escasez de agua limite nuestra capacidad productiva. Por ello, nosotros apostamos por los sistemas hidropónicos recirculantes, de forma que minimicemos el uso del agua en los cultivos.
Pero el otro gran elemento es la tierra. Con una población en crecimiento, los terrenos dedicados a cultivo tenderán también a ser insuficientes. Por ello no hay más remedio que poner en marcha sistemas cuyo índice de producción por espacio de terreno ocupado sean cada vez mayores. Nuestros invernaderos hidropónicos cumplen sobradamente con este principio. El rendimiento por hectárea en este tipo de infraestructuras pueden duplicar o incluso triplicar los resultados de una plantación tradicional sobre tierra.
Aún nos queda el asunto de los nutrientes. En nuestros invernaderos, al estar controlados los fertilizantes por el sistema de riego, la cantidad de producto utilizado disminuye en tanto que es más eficazmente proporcionado a la planta. Influye también el empleo de sustratos altamente preparados para facilitar el enraizamiento y la absorción del agua y los nutrientes. Y esto mejora con los sistemas de ósmosis inversa que nos permiten usar un agua pura, libre de las sales disueltas en ella. La disminución de la conductividad que se logra, facilita la absorción de los nutrientes. Un elemento más a la hora de llegar a un mayor grado de eficiencia y calidad en la producción.
Nuestros sistemas agrícolas requieren importantes inversiones para ponerse en marcha, pero incrementan de modo notorio la productividad del cultivo. Y ello no es una opción sino una obligación para una humanidad que cada vez ha de competir más para acceder a los recursos del planeta. Por eso uno de nuestros principios fundamentales es la persecución en nuestros cultivos de la mayor eficiencia productiva posible.